12 jun 2011

Bajo Tierra: Parte 03

Un suspiro escapó de entre sus labios, a medida que Aodh iba recuperando el conocimiento. Su primera sorpresa fue sentir que estaba tumbado, pues ni había sido consciente de haberse caído. Su última posición había sido sentado, con aquellas figuras acercándose…

Aunque todavía con la mente embotada, recordó de golpe lo ocurrido antes de desmayarse, al menos lo último. Instintivamente, se levantó bruscamente, con la sola idea de correr. No obstante, se mareó, y tuvo que llevarse una mano a la frente. Sentía frío por dentro, y el estómago completamente revuelto. De hecho, no aguantaría más de un minuto, antes de ponerse apenas en pie y terminar vomitando su frugal cena sobre el suelo. Una bajada de tensión… La conocía, no era la primera vez que la sufría, aunque jamás le había dado tanto para desperdiciar de aquella forma los pocos alimentos que lograba llevarse a la boca. Temblando, volvió a tumbarse en lo que parecía una cama, o donde estaba acostado, y alzó los pies para apoyarlos contra la pared de al lado, cerrando los ojos y respirando. Al menos, después de haber devuelto los restos de manzana y bilis, se encontraba ya mejor.

Pasado un rato, y cuando creyó haberse recuperado lo suficiente, volvió a abrir los párpados. Estaba solo, eso seguro, o de lo contrario ya hacía tiempo que habría acudido alguien a junto de él, fuese con buenas o malas intenciones. De modo que, luchando contra su nerviosismo, inspiró profundamente por la nariz, y se obligó a moverse despacio, hasta quedar sentado al borde de su improvisada cama. La cuál, como pudo comprobar a continuación al desviar la mirada, resultaba ser una litera. De hecho, pronto se dedicó a estudiar la estancia, y no pudo evitar pensar en la típica habitación claustrofóbica de un barco, o incluso nave, de películas que había visto en su infancia: Todo de metal, en un espacio reducido, y sólo un fino colchón para amortiguar el frío de la base de la cama. Claro que, para Aodh, aquella litera era lo más cómodo y confortable que se había encontrado en años. Y no estaba plagada de humedad.

Viéndose, efectivamente, solo, pronto el adolescente se animó a levantarse despacio, hasta ponerse en pie. Aunque todavía se encontraba un poco mareado, parecía sentirse ya mejor. Aún así, tardó unos segundos en darse cuenta de que algo no le cuadraba, y tuvo que parpadear cuando se dio cuenta de qué era: El charco de su vómito, que debería estar pringando el suelo… Sencillamente, había desaparecido. Aodh no había percibido a nadie moverse y limpiarlo, y él podía presumir de tener un oído muy desarrollado. Comenzando a sentirse de nuevo intranquilo, miró a su alrededor, sin encontrar a nadie más. Volvió a respirar profundamente por la nariz, y se fijó entonces en la pesada puerta de metal.

“Vale… ¿Y ahora cómo salgo de aquí?”

Buscó con éxito las entradas de ventilación, normales y corrientes, aunque demasiado altas para alcanzarlas. Y no había ningún mueble ni saliente que le pudiese valer. Frunció el ceño, y luchando contra el leve mareo que todavía sentía, se puso a explorar el lugar. No obstante, tras llevar un rato dando vueltas, no fue capaz de encontrar ni otra salida, ni modo alguno de alcanzar las entradas. Con un resoplido, se apoyó en la puerta, y más por inercia que por esperanza de que funcionase, hizo girar la rueda que hacía de manillar… Para abrirla. El adolescente parpadeó al comprobar que, en realidad, no estaba encerrado, y una mezcla entre recelo y vergüenza hacia sí mismo por no haberlo pensado antes le hicieron mascullar apenas, antes de asomarse, y mirar a ambos lados. Un pasillo, con otras puertas similares también cerradas, sin nada característico.

“¿Dónde diablos estoy?”

Salió despacio, y se deslizó por los pasillos del complejo, en silencio y sin bajar la guardia. Su primer pensamiento era encontrar una salida y largarse de allí, aunque reconocía que también se encontraba intrigado: ¿Todo lo anterior lo había soñado? ¿Qué era aquél lugar? Y, sobre todo… ¿Cómo había llegado allí? Todo lo ocurrido anteriormente, la lombriz gigante, las mujeres-ratón… Se le antojaba cada vez más irreal. Era lógico pensar que no habían ocurrido de verdad. Pesadillas, probablemente, y quizás le dio el bajón de tensión al cogerle el frío y ponerse malo del estómago. De hecho, a pesar del leve mareo, tras haber vomitado se sentía bastante mejor. Lo que le vendría bien si quería moverse con presteza y tener una opción de poder salir y volver a las calles.

Pasó tiempo vagando por los pasillos, como un fantasma. Aquello era un maldito laberinto, ya que todos se veían iguales. Ni una sola indicación, ni una puerta diferente… Nada de nada. El adolescente comenzó a agobiarse, al no saber ni tan siquiera cómo regresar a la habitación de la cual había salido. Se esforzó por respirar profundamente por la nariz, y por no toser al sentir el aire frío en sus resentidos pulmones. Aún así, pronto sintió picor en las fosas nasales, y al final…

-¡AAAT-CHÍS!

Se detuvo en seco, y arrugó la nariz al ver un poco de mocos en el suelo. Esperaba, al menos, que no le hubieran escuchado… Lo cual sí debió de ocurrir. Pues apenas percibió un movimiento de reojo, y automáticamente saltó a un lado, ocultándose en una esquina con un pasillo perpendicular. Contuvo el aliento al pegarse contra la pared, y agudizó los oídos. No obstante, no oyó nada, por lo que frunció el ceño, y se animó a asomarse un poco. En su campo de visión entró una especie de diminuta máquina en forma de esfera aplastada, con una suerte de cepillos en su base. Y, de hecho, estaba limpiando el suelo sobre el que había estornudado hacía un momento. El adolescente abrió un poco la boca, con la creciente sensación de encontrarse dentro de una película de Ciencia-Ficción. Se limpió la nariz con una manga, y en cuanto el robot de limpieza terminó y comenzó a alejarse, Aodh no dudó en seguirlo. Era bastante rápido, muy silencioso, y el muchacho tuvo que ir casi corriendo tras él, hasta que se dirigió directamente a una pared, y se coló por un pequeño hueco en la base, desapareciendo de la vista. El adolescente frenó en seco, y resopló, frustrado. Había llegado a pensar en que, quizás, al seguir al cacharro, encontraría una salida. Apoyó las manos sobre las rodillas, mirando a su alrededor… Y por fin la encontró: Una puerta diferente. De hecho, era más grande, más maciza, y se encontraba entreabierta:

-Por fin…

Musitó. Tras metros y metros de pasillos clónicos, el simple hecho de ver algo diferente ya era todo un alivio. Y, si era una puerta distinta, era una opción a encontrar una salida. O, al menos, a descubrir qué era aquél lugar. De modo que, sin dudarlo, pero con precaución, se fue aproximando. Se asomó apenas, encontrando el interior completamente oscuro. Tuvo un momento de vacilación, e incluso tragó saliva. Pero finalmente se armó de valor, y se adentró. ¿A dónde ir, sino?

Unas débiles luces apenas brillaban en el techo, dejando más bien poco a la visión, y demasiado a la imaginación. El lugar era bastante oscuro, y Aodh no podía evitar mirar a ambos lados una y otra vez. Al menos, pensó, él tampoco sería fácilmente visto. Se recorría de nuevo un pasillo, los lados prácticamente en sombras, aunque, si uno se fijaba, parecía que habían diferentes habitáculos a los lados, separados por paredes unos de otros, y abiertos al pasillo central. El adolescente no pudo evitar acelerar el paso, aunque tratando de ser igualmente sigiloso. Años de moverse por las calles, de robar, le habían hecho un experto en eso.

En un momento se encontró frente a una encrucijada, con un pasillo siguiendo al frente y otros dos a ambos lados. ¿Y ahora? Aodh suspiró, y miró a ambos lados, tratando de tomar una decisión. Incluso puso los brazos en jarra, contrariado. Había salido de un laberinto para meterse en otro más tenebroso, y eso no le hacía ninguna gracia. Arrugó la nariz, mirando de nuevo hacia un lado, cuando algo le hizo fijar la mirada en su costado. En el último habitáculo antes del cruce. Al principio no distinguió nada, y cuando creyó hacerlo, no estaba seguro de si achacarlo a su imaginación o a una ilusión óptica. Le parecía ver dos luces muy débiles, casi inexistentes, pequeñas. Agitó levemente la cabeza, e incluso avanzó un par de pasos. Fijó la mirada, pero no distinguió nada:

-No hay nada ahí…

Murmuró, tratando de convencerse a sí mismo. No obstante, no tuvo mucho tiempo de tomar la decisión de apartar la mirada. Una figura se movió en las sombras, y aquellos brillos terminaron formando una mirada depredadora… De pronto, una enorme criatura rugió y pegó un enorme salto en dirección al adolescente. Aodh tan sólo pudo caer de culo al suelo, soltar inconscientemente un grito, y cubrirse con los brazos.

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