29 may 2011

Bajo Tierra: Parte 02

“Vamos… ¡Muévete!”

Fue la orden que la mente de Aodh envió a su cuerpo, ahogada entre la neblina de confusión, mientras permanecía frente aquella cosa gigantesca. Aún así, fue suficiente. Suficiente para que el adolescente lograra trastabillar unos pasos hacia atrás. Un gorjeo amenazante brotó de la garganta de la criatura, orientando su cabeza y sus terribles quelíceros hacia su pequeña presa de nuevo. Y entreabrió los últimos, dispuesta como estaba a lanzar su primer, y probablemente, único ataque. Pues el joven finalmente cayó de culo al suelo, cuando sus piernas le fallaron de nuevo. Era una presa demasiado fácil, y lo sabía. Por lo que sólo pudo cerrar los ojos, aguardando y rogando para que, al menos, fuese lo más rápido e indoloro posible.

Pasó más tiempo de lo esperado, cuando sonó un rugido que hizo que Aodh se encogiera. Apretó los párpados con fuerza, esperando el momento de ser devorado, pero… A pesar de que la criatura continuaba bramando, o lo más similar que podía hacer, dicho momento parecía no llegar. De modo que comenzó a debatirse entre atreverse o no a abrir los ojos:

-¡HEY, SAL DE AHÍ!

Una voz femenina y apremiante, desde sus espaldas, fue más que suficiente para hacerle reaccionar. El adolescente se echó sin pensarlo hacia un lado, y rodó varias veces por el suelo. Maldijo entonces haberlo hecho cuando sintió el dolor de varias piedritas y trozos pequeños de escombros clavarse en su piel a través de la ropa. Masculló una maldición, se alzó hasta apoyar una rodilla en el suelo, y abrió entonces los párpados, para ver una escena que, poco menos, le dejó boquiabierto:

Por un lado, vio a dos mujeres, más adelante, probablemente siendo una de ellas la que le gritó. No fue eso lo que más le sorprendió, ni el hecho de que llevasen uniformes de apariencia militar en azul. Ni la extraña cosa metálica que llevaban, y dejaban en el suelo en ese momento. Una especie de enorme tanque, o generador portátil, con una manguera corta conectada a una suerte de cañón de medio metro de diámetro.

Lo que más sorprendió a Aodh no fue nada de eso. Sino el hecho de que aquellas mujeres no eran humanas:

-¡Rápido, apunta a la cabeza!

Sí, la pelirroja era la que le había gritado antes… Por llamarle pelirroja. Pues si bien, por debajo de la pañoleta que cubría su cabeza, asomaban unos rizos de ese color, largos hasta medio omóplato, también el resto de su cuerpo, o lo que se adivinaban en sus partes descubiertas, estaba recubierto por un pelaje corto y castaño muy claro, casi rubio. Por no contar que sus manos parecían tener menos dedos, aunque al moverse, el adolescente no podría pararse a contarlos. Y que los pies no estaban cubiertos por botas o calzado alguno, sino vendados… Y tenían la estructura de un animal, estilo las de un roedor, o incluso un canguro, pero de piernas más delgadas y ágiles. Si, definitivamente, parecían roedores humanoides, con aquellos hocicos, las orejas de borde redondo, elevadas ligeramente por la excitación del momento… Y cuernos. Sí, también por unos huecos de la pañoleta de la pelirroja asomaban unos pequeños conos claros, claramente queratinosos:

-¡Eso estoy haciendo, no me presiones!

La otra mujer también parecía de la misma raza. Pero de pelaje castaño más oscuro, y pelo negro recogido en una coleta. A diferencia de su compañera, llevaba el uniforme completo, chaqueta incluida, y sus cuernos, también pequeños, eran más oscuros. Por algún motivo, a medida que iba asimilando lo que veía, al adolescente le extrañó comprobar que no tenían cola. Ni de ratón, ni de ningún otro animal que pudiera asemejarse:

-¿Que no te presione? ¡Maldita sea, no podemos estar perdiendo tiempo!

-¡Ya, ya, no me grites!

La morena frunció el ceño, con el cañón ya sobre sus hombros, y apuntando a la cabeza de la criatura:

-Y procura no darle a él, ¿eh? –Mencionó la pelirroja.

Aodh parpadeó, y fue cuando comprendió una cosa: ¿Por qué la criatura estaba rugiendo, pero no actuaba? Tras la última frase, pudo empezar a imaginarse la respuesta, y aún así sus ojos se movieron casi hipnotizados… Para ver otra escena sorprendente para su mente racional. En concreto, cómo una figura voluminosa se esforzaba por permanecer sobre la criatura. De hecho, al fijar más su atención, el adolescente se dio cuenta de que se oían disparos muy seguidos. Pero pudo imaginar que allí arriba estaba aquél a quién se refería la mujer-ratón de pañoleta, y que estaba disparando sobre la cabeza de la criatura:

-Objetivo a tiro.

-¡Bien! Carga del TP al máximo de potencia.

-¡Maldición! Se mueve demasiado.

Efectivamente, la criatura se agitaba hacia los lados, entre rabiosa y dolorida, impidiendo un buen blanco. La morena apretó la mandíbula, mostrando apenas unos incisivos largos, claramente de roedor, mientras luchaba por volver a apuntar a la cabeza:

-¡Recuerda que sólo tienes un tiro!

-¡Ya lo sé, maldita sea!

Demasiado saturado con tanta información repentina, Aodh tan sólo pudo contemplar a la monstruosa lombriz seguir agitándose. Mientras, ambas mujeres continuaban discutiendo, la morena se esforzaba todavía por fijar el blanco, y la pelirroja le colocaba unas orejeras adaptadas, ella también con unas puestas. Finalmente, hubo un momento en que el monstruo se detuvo un momento, soltando un bramido más fuerte, en una mezcla de furia y frustración:

-¡FUEGO!

Más que el grito, lo que sobresaltó al adolescente fue el fuerte estallido que sonó a continuación, al mismo tiempo que un proyectil de energía blanca salía disparada del cañón, directa a su objetivo. Impactó de lleno, y la criatura se balanceó con más inercia… Antes de que su cuerpo comenzara a caer. Afortunadamente, no en dirección hacia donde se encontraban Aodh y sus improvisadas salvadoras, pero sí lo suficientemente cerca para que el impacto contra el suelo provocase un temblor que las hizo trastabillarse. Además de la nube de polvo que se levantó, y nubló el campo de visión del adolescente. Cerró los párpados cuando unas partículas se metieron en sus ojos, y comenzó a toser.

Cuando, finalmente, cesó la nube de polvo, Aodh abrió los ojos de nuevo. Ante él, el cadáver caído de la lombriz gigante, curiosamente con la cabeza intacta. Incluso le entró un escalofrío, creyendo que la vería moverse y atacar en cualquier momento. No obstante, pronto su atención se centró en otras tres figuras que estaban allí. Además de las mujeres-ratón, el adolescente pudo ver al fin, tosiendo y sacudiéndose el polvo, a quién debía de ser aquél que había estado sobre el monstruo. Un varón de la misma raza que las otras dos soldados, de cuerpo fuerte, y también con una camiseta sin mangas cubriendo su torso. Con los mismos pantalones de uniforme, bastante más alto, de cuernos ligeramente más largos, y un pelaje blanco cubriendo su cuerpo. No completamente albino, pues una mancha marrón cubría uno de sus ojos, y otras más pequeñas se repartían por su anatomía. A sus espaldas cargaba… el adolescente parpadeó un par de veces, se frotó los ojos y volvió a fijar la mirada. No, no podía estar viendo a alguien, por muy poco humano que fuese, portando una pesada ametralladora rotatoria tras él.

Volvió a toser, todavía con la garganta llena de polvo, y completamente seca. Lo que daría en esos momentos por un buen vaso de agua. O zumo. O cualquier cosa que le refrescase. Mareado, se llevó una mano a la cabeza: Una especie de lombriz gigante que casi lo devora, un grupo de ratones humanoides con armas enormes y organizados como si de soldados se tratasen… Era demasiado irreal para asumirlo al momento, y aún no lo había conseguido. Por no hablar del zumbido que, en esos momentos, sentía en sus oídos. Probablemente cosa de aquél estallido del arma, más similar a una bomba. Parpadeó, y apenas pudo percibir cómo las figuras no-humanas se iban aproximando a él.

Después, todo se volvió negro.